El
ayuno es dejar de comer alimentos sólidos e ingerir, únicamente,
líquidos, sobre todo, agua, con un aporte total que no debe superar
300 calorías al día; entonces el cuerpo pasa a vivir de sus propias
reservas, que las moviliza para poder gastarlas y poder sustituirlas
por otras, en el momento en que tiene lugar la realimentación.
Mientras existan reservas, podremos vivir, sin problemas, con tan
sólo 300 calorías al día. El ayuno puede llegar a durar de uno a
tres días, que es el período que se recomienda, hasta los 315, en
el caso de que nos encontremos con un caso de obesidad, que tenga más
de 200 kilos. Pero, antes de empezar un ayuno, debemos calcular
cuáles son nuestras reservas. Así, una persona que mide 1,70 metros
de altura y 70 kilos de peso, tendría unos once kilos de grasa, y
sobre todo, el paciente debe estar convencido de que el ayuno va a
ser bueno para su salud y que se apoye realizando ejercicio, de una
manera suave. Cuando se terminen las reservas, se puede entrar en un
proceso que se conoce como “inedia aguda”, de hambre, y podríamos
tener problemas en nuestro hígado y en nuestros riñones, que pueden
desembocar en el fallecimiento del enfermo, de ahí que, si decidimos
apostar por el ayuno, debemos estar bajo el control de un médico.
Sorprende el hecho de que, en las clínicas privadas en las que se
apuesta por este método, las tarifas son realmente altos. En países
como Alemania, el ayuno es pagado por la seguridad social del país y
en Brasil se ha incluido en la cartera de servicios sanitarios, ya
que está demostrado que se ahorra dinero, a corto plazo.
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